Los grupos de edad son la base social de los masai. El paso de una edad a otra se celebra con rituales que otorgan nuevos derechos y deberes a los participantes.
Entre los masai se llevan a cabo varias ceremonias o ritos, fuertemente relacionados con la edad. Uno de ellos es el rito de iniciación, que convierte a los muchachos (16 años) en jóvenes guerreros o moran.
Durante la importante ceremonia, los jóvenes son circuncidados al amanecer y recluidos todos juntos (manyatta) para pasar un periodo de convalecencia. Cuando la herida está cicatrizada los jóvenes se dedican a cazar pájaros con los que decorar su cabeza, que ha sido convenientemente rapada. Pero todavía no se considerarán guerreros hasta que su pelo crezca y pueda ser recogido en pequeñas trenzas. Los jóvenes masai dedican horas a trenzar el pelo de los guerreros, signo de fortaleza.
Desde este momento, los ya guerreros, vivirán juntos en poblados propios. Este periodo estrecha fuertemente los lazos entre los muchachos que forman el grupo de edad, unión que han de respetar de por vida. En estas aldeas podrán ser visitados por las jóvenes que deseen mantener relaciones con ellos, pero no podrán casarse hasta que, unos quince años después, pasen a la edad adulta.
Durante esta etapa los moran aprenden las tradiciones y se ejercitan en la fuerza y el valor. Para los masai éstas son cualidades muy importantes. El guerrero que logre matar a un león con su lanza, lucirá la melena del animal y será respetado. Antiguamente los masai fueron considerados los guerreros más temibles del continente africano. Hoy en día, además de la caza, se encargan de las tareas más duras del pastoreo, aunque algunos regresan a las escuelas tras la circuncisión.
Otro rito muy importante en la vida masai es la ceremonia de paso a la edad adulta. Todo el grupo de edad dejará de ser guerrero, para adquirir responsabilidades en la vida social del poblado (familia, hijos y ganado). Es a partir de este momento cuando podrán casarse (a veces con varias esposas) y vivir con sus familias.
Para esta ceremonia, llamada Eunoto, los guerreros pintan sus rostros con pintura rojiza, símbolo de la ferocidad del guerrero. Dejan sus lanzas y sólo van armados con largos palos. Se sacrifica algún buey en un recinto rodeado por las chozas que han construido las madres de los guerreros y se celebran festivas danzas. La celebración llega a su momento más importante cuando las madres se disponen a cortar el cabello de sus hijos. Este hecho simboliza que abandonan la condición de guerreros y que el vínculo materno se rompe para comenzar una nueva vida, tras lo cual un anciano les otorgará el primer consejo de adultos:
Ahora que eres un adulto, arroja tus armas y en su lugar emplea la cabeza y la sabiduría.
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