Mujer de Corazón Fuerte se escondía en la tienda que se levantaba en lo más alto de la
cordillera picuda y escarpada que hería, en los días de nublos y
torrentera, los cielos algodonosos y oscuros que encierran la
apretada lluvia que ha de caer sobre las praderas y correr desbocada
como corcel frenético por los cauces de barrancas y arroyos repletos de
cascotes y reptiles que guardaban sus hediondos nidos en las
riberas abruptas, jóvenes, de los esteros.
Mujer de Corazón Fuerte era la encargada de aventar, desde sus alturas, sobre el país de
los crow el invierno, de modo y manera que este pueblo permanecía
eternamente con los rigores de la estación fría, mientras que el
verano la ladina mujer lo lanzaba hacia las tierras del Sur, con lo que
ellas siempre estaban sufriendo los sofocos de la estación estival.
La mujer afortunada, la
poderosa —de seguro una diosa o un hada bajada a la Tierra desde
el Mundo Superior—, pero igualmente caprichosa por la forma tan
arbitraria que tenía de administrar su excepcional don, escondía en lo
más recóndito de su cabaña una serie de sacos de colores que apilaba
en la cueva excavada sobre la roca viva de la montaña, dentro de
los cuales guardaba escrupulosamente el verano y el invierno. En
ello tenía sumo cuidado, porque precisamente en esos sacos es
donde residía la fuerza del poder que tenía sobre los humanos. Ellos
eran la única herencia y riqueza con que fue dotada antes de ser
expulsada del Mundo Superior. Por tanto, su verdadera preocupación era
que estuviesen seguros y bien custodiados para que no se
perdiera ninguno. Por eso la mujer todos los días, antes de entregarse
al sueño letárgico que necesitaba para subsistir en la Tierra, contaba
y recontaba el número de los sacos para cerciorarse de que no
había sido robada por nadie. Con ese innoble afán, propio de los
avaros, la insidiosa mujer permanecía junto a ellos, donde le
sobrevenía la dormición que la hacía pasar toda la velada en el tabuco que
los contenía.
En aquel mundo de semioscuridad
y frío vivía Coyote Hombre Anciano, un ser legendario y clave en el desarrollo de la vida de los hombres del Mundo Medio. Un
héroe descendido de los cielos y enviado para organizar, aunque
fuera torpemente, la vida de los pieles rojas.
Coyote había alcanzado el sobrenombre de Hombre
Anciano después de vivir una larga vida
azarosa y sin control alguno, yendo de un lado para otro sin freno
por la vida. Siempre fue considerado como un héroe y una figura
cómica y ridícula. "Creó el mundo tal como lo conoció y fue
reverenciado, por tanto, como un creador y un transformador, pero también se
le consideraba como un embaucador astuto y un tonto glotón. A
veces se le echaba la culpa a su estupidez, avaricia, curiosidad
y falta de previsión por las dificultades de los hombres, como la caza,
los partos, el invierno y la muerte."
Coyote, en su juventud, fue un embaucador y un creador; era el hermano menor del más
responsable Lobo. El Creador
lo envió a la Tierra para que preparase el
lugar en el que tenía que vivir y desarrollarse el hombre, cuya
llegada al Mundo Medio era inminente.
"Aunque limpió la tierra
heroicamente de monstruos malos, también cometió inadvertidamente muchos
errores que eran a la vez divertidos y trágicos, y ordenó
el mundo de formas que no siempre eran las más lógicas y
justas."
Coyote, antes de llegar a ser Hombre
Anciano en sus aventuras y desventuras más o menos
desgraciadas y ridículas murió muchas veces, pero siempre estaba a su
lado Zorro para
retornarle a la vida, insistiéndole en que cumpliera
con sus ineludibles deberes que le habían sido asignados por el
Creador.
Las hazañas de Coyote fueron
innumerables. Se le contaban numerosas mujeres que desposó
según donde se desarrollara su existencia. Entre sus esposas
más conocidas se cuenta Topo y Comadreja, y también tuvo otra que era la esposa de Trueno, a quien él se la raptó.
En su juventud Coyote luchó con ahínco y
con extrema laboriosidad para poder eludir
las malvadas acciones de Anteep, el protervo señor del Mundo
Inferior; hazaña de la cual salió triunfante.
De este modo, y tras una larga
sarta de aventuras y desventuras, de aciertos,
desaciertos y desconciertos, este extraño ser superior, medio astuto y
medio lerdo, ridículo y cómico, envejeció lo suficiente para que los
hombres, que largamente vivían ya sobre la Tierra, le pudieran nombrar
como Coyote Hombre Anciano.
Vivía el héroe viejo en la
tierra de los crows azotada e invadida por el extremado helor, el
eterno invierno a que la había sometido caprichosamente Mujer de Corazón Fuerte.
Estaba
desesperado con el intenso frío que pasaba en el
ocaso de su existencia. Cubierto por la gran frazada hecha con las
cuatro pieles de los osos que venciera y matara en su juventud, tiritaba
y maldecía a la mujer deshonesta y cruel. Un joven solía acercarse a él con la
intención de calentarse un poco arrimándose al primitivo
edredón que cubría su cuerpo. Coyote Hombre Anciano no pudo aguantar más y dirigiéndose al muchacho le comunicó su decisión:
—Me voy...
El joven le interrumpió
asustado por la reacción grave del anciano:
—¿Adonde irás?
—Me voy detrás del verano. No
aguanto más este frío que ataca sin consideración a mi artrosis
—declaró el héroe de leyenda colérico.
El joven piel roja le rogó:
—¿Es que, Coyote Hombre Anciano, no has
corrido bastante durante tu vida? ¿Es que no
deseas asentarte de una vez y regalarnos, regalarme a mí, con
tu sabiduría y con el relato de tus hazañas y epopeyas?
El enviado del Creador le dijo
serenamente:
—Es que mis aventuras y misión
no han acabado aún, aunque tú y gentes como tú me apodéis
"Hombre Anciano" —descansó un momento en su perorata, miró
desde su silencio a su alrededor, se percató de que el frío agostaba
hasta el verdín y el moho que crecía entre las piedras, de que la
capa de hielo fina sustituía al agua cristalina y traslúcida que
llenaba el lago, luego tornó la cándida luz de sus ojos hacia el joven
amigo y le expresó:
-Debo embarcarme en una nueva aventura. He de
conseguir para vosotros, los crow, un clima mejor, benigno, aquel que
pueda permitir la vida fácil en estas grandes llanuras.
El muchacho piel roja preguntó,
abriendo mucho sus ojos:
—¿Y no has de volver más por
aquí?
Coyote Hombre Anciano mostró una hueca y lerda sonrisa en su rostro antes de contestar al
joven amigo.
—Eso no lo sé. Lo que sí sé es
que estas excelentes llanuras que se abren en el gran país
crow volverán a ser feraces, a hervir con el aliento de la vida —y añadió
tristemente—: El que yo vuelva a este lugar o no carece de
importancia. No soy yo quien ha de decidir esto.
El muchacho quedó apenado,
callado y pensativo.
Coyote Hombre Anciano observóle estúpida y largamente y de inmediato se acercó a él y le
dijo:
—Para ir detrás del verano
necesito tu ayuda.
El piel roja, al escuchar estas
palabras, salió de su letargo. Sus pupilas le brillaron con una
luz de esperanza, con ganas de agradar y, acercándose al anciano
aventurero, le preguntó esperanzado:
—¿Qué puedo hacer por ti? Sabes
que estoy dispuesto a ayudarte en lo que sea, incluso
a seguirte fielmente como un can en tu hazaña.
La ansiedad llenaba el pecho
del joven.
El otro le calmó y le apaciguó,
diciendo:
—No es a ti precisamente a
quien necesito para completar mi aventura.
—¿No? —preguntó desilusionado
el joven. E inmediatamente añadió—: ¿Qué es lo que
necesitas?
Coyote Hombre Anciano le dijo confidencialmente:
—Sé, porque tengo poderes para
ello, que debo llevar en la aventura de robar el saco lleno
de verano cuatro animales machos que me son imprescindibles para
triunfar en este lance que me he propuesto.
El muchacho crow quedó
pensativo y en seguida preguntó:
—¿Son indiferentes los animales
que debes de llevar contigo?
—Lo son —confirmó el anciano
arrebujado en su manta de pelo de oso. Y añadió—: La única
condición es que los cuatro sean machos.
—Te los traeré.
Y se perdió en la lejanía gris
y helada de las llanuras.
Coyote Hombre Anciano aún tuvo tiempo de gritarle:
—¡Aquí estaré esperando a que
regreses con las cuatro bestias macho!
El muchacho ni se volvió para
asentir.
El viejo aventurero y
embaucador se emburujó dentro de la frazada, tapó con ella hasta su
cabeza y cayó en una especie de letargo invernal en el cual ni
comió. Sólo suspiraba de cuando en cuando, sacando un ojo por una de las
esquinas de la manta de piel de oso por ver si llegaba el
mozalbete.
—¡Ya estoy de regreso, Coyote Hombre Anciano!
El murmullo del jadeo del joven
llegó a los oídos del aventurero que, curioso, se desarrebujó y
contempló ante sí al piel roja crow.
—¡Mira lo que te he traído! —díjole.
—¡Acércate más para que lo
pueda ver mejor!
El indio le obedeció mientras
decía en son de disculpa:
—No sé si te van a servir.
Coyote Hombre Anciano, interesado, le preguntó:
—¿Qué me traes?
—Cuatro animales. Son los
únicos que he encontrado entre la llanura y el bosque —contestó
el muchacho.
Desconfiado, el héroe
legendario preguntó:
—¿Son machos?
—Lo son.
—¿De quiénes se trata?
El joven piel roja se los
presentó delante, a la vez que los iba nombrando con cierta timidez
por si había cometido algún error y no le servían:
—Son un ciervo, un coyote, una
liebre y un lobo.
Coyote Hombre Anciano sonrió satisfecho, haciendo una mueca llena de estulticia y
estupidez. Y expresó:
—Ésos son precisamente los
animales que me van a ser más útiles. Son rápidos en su
carrera y más resistentes que yo mismo.
—Entonces ¿son de tu utilidad? —preguntó
el crow satisfecho de poder ayudar en algo al
viejo héroe.
—Si tenemos que huir a todo
correr ellos son los adecuados.
Los dos hombres se despidieron
y Coyote Hombre Anciano comenzó su larga caminata que
le había de llevar hasta la tienda de Mujer de Corazón Fuerte acompañado de los cuatro animales machos.
"Con el fin de levantar
pasiones sexuales Coyote Hombre Anciano se convierte en un alce..."
... acompañado de los cuatro
machos comienza a escalar el alto macizo montañoso en una de
cuyas cumbres tiene su morada la insidiosa y caprichosa mujer
que enviaba hacia las llanuras del Norte el gélido invierno. Tras arduos
esfuerzos y sufrimientos Coyote Hombre Anciano consiguió llegar hasta el umbral de la tienda de Mujer de Corazón Fuerte.
Astuto y ladino como era el aventurero legendario, urdió una trama
para engañar a la dueña de los sacos llenos de verano y se dispuso a
llevarla a cabo. Para ello lo primero que hizo fue reconvertirse de
nuevo en su propia figura deshaciéndose de su
personalidad de alce, que sólo le había servido para escalar mejor los riscos y
las cumbres, en su propósito de llegar a donde estaba.
Coyote Hombre Anciano, de súbito y ante la puerta de la casa de Mujer, comenzó a dar
alaridos, gritos, pitidos, ronquidos, toda clase de sonidos estridentes
con los que llamar la atención de ella.
También conminó a sus cuatro
ayudantes machos, el ciervo, el coyote, la liebre y el lobo, a
que berrearan y ladraran, que alborotaran lo más posible para
que Mujer cayera en la
trampa.
Luego él mismo, cuando escuchó
movimiento dentro de la tienda, se escondió tras una roca que se alzaba junto a la puerta
de la misma y ordenó a los cuatro animales
machos que no cesasen en su jarana.
Mujer de Corazón Fuerte,
intrigada y curiosa, salió de su refugio y demandó por aquel, o aquellos
que atronaban con gritos, berridos y aullidos frente a su morada.
En el momento en que la mujer,
indignada, salía al exterior con la maldición y la queja en su
boca, Coyote Hombre Anciano se libró de su escondite y con gran
disimulo y sigilo aprovechó la oportunidad de introducirse dentro de la
casa donde Mujer guardaba con
tanto celo sus sacos llenos de
verano.
Mujer de Corazón Fuerte,
percatándose de que todo aquello era una vil y mal organizada
añagaza, se dio la vuelta y vio al embaucador héroe que se colaba
en su casa y se lanzó tras de él, insultándole y agrediéndole con
gran saña.
—¡Toma, sal de ahí, abandona mi
casa!
Agarrados en lucha personal los
dos seres bajados del Mundo Superior, luchaban con gran
ahínco y ferocidad. En la pelea el hombre consiguió sobreponerse
ligeramente a la mujer y aprovechó ese instante para pintarle la cara
con una pintura medicinal que portaba escondida en sus alforjas. En
realidad, aquello era un hechizo mágico que hizo que Mujer de Corazón Fuerte quedara
inmóvil y desposeída de todos sus poderes sobrenaturales.
Coyote Hombre Anciano se introdujo tranquilamente en el interior de la tienda y le robó
el saco que contenía el verano, con la mayor alevosía. Luego con él al
hombro se alejó del lugar, corriendo, camino de las grandes llanuras
de los indios crow.
"Corre con él hasta que se
cansa..."
Entonces le pasó el saco a
coyote, que enfiló las veredas y los recovecos de las sendas
montañosas hiriéndose en las patas hasta caer extenuado. Es entonces la
liebre quien le releva en aquella carrera contra reloj del traslado
del saco, la cual corre hasta caer reventada por el cansancio.
Asimismo el ciervo se hace cargo del pesado saco que contiene el
verano y, saltando de peña en peña, desciende a las llanuras hasta
que en un traspié resbala y queda tendido, moribundo, junto al
tronco de un gran sauce, y muere junto a la preciada carga que tienen
que transportar. Es entonces cuando el corpulento y robusto lobo de
pelaje negro toma por su cuenta el saco y corre con toda la energía y
poder que le confieren sus músculos para llevarlo hasta la región
de los crow. Cuando llegó a ella, abrió el saco que apresaba al verano
delante de los pieles rojas que habitaban ese lugar dejándolo libre y...
"... y se llega al
acuerdo de que cada país en adelante tendrá verano e invierno."
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