martes, 7 de julio de 2015

LEYENDA IROQUESA, LOS GRANDES OJOS DE LA LECHUZA


Raweno, el Hacelotodo, estaba ocupado creando varios animales. Estaba trabajando en el Conejo, y éste le decía:

-«Quiero unas bonitas y largas piernas y unas orejas largas como el ciervo, y colmillos afilados y garras como una pantera».

-«Los hago como ellos quieren ser; les doy lo que me piden», decía Raweno. Trabajaba en las piernas traseras del Conejo, haciéndolas largas, como le había pedido.

La Lechuza, aún sin forma, estaba sentada en un árbol cercano, esperando su turno. Estaba diciendo:

-«Quiero un cuello largo y bonito como el del Cisne, y unas preciosas plumas rojas como las del Cardenal, y un pico bien largo, como el de la Garrotea, y una corona de plumas como la de la Garza. Quiero que me hagas el más bonito, el más rápido, el mejor de todos los pájaros».

Raweno le contestó:

-«Tranquila. Vuélvete y mira en otra dirección. Mejor aún, cierra los ojos. ¿No sabes que nadie puede verme trabajar?» Raweno estaba entonces haciendo las largas orejas del Conejo, como éste las quería. La Lechuza no hizo caso a Raweno.




-«Whoo, whoo,» replicó, «nadie puede prohibirme que observe. Nadie puede obligarme a cerrar los ojos. Me gusta mirarte, y te miraré».

Entonces Raweno se enfadó mucho. Cogió a la Lechuza, la bajó de la rama, le aplastó la cabeza contra el cuerpo, y la sacudió, hasta que sus ojos se agrandaron a causa del miedo, y tiró de sus orejas hasta que quedaron pegadas a ambos lados de su cabeza.

-«Así», dijo Raweno, «esto te enseñará. Ahora no podrás girar tu cuello para mirar cosas que no debes. Ahora tienes unas grandes orejas para escuchar cuando alguien te dice lo que no debes hacer. Tienes unos grandes ojos, pero no lo suficientemente grandes como para mirarme, porque permanecerás despierta sólo durante la noche, y yo trabajo de día. y tus plumas no serán rojas como las del cardenal, serán grises; y Raweno restregó por el lodo a la Lechuza, «como castigo por tu desobediencia». La Lechuza se marchó volando, lastimeramente:

-«Whoo, whoo, whoo». Raweno volvió para terminar al Conejo, pero éste se había asustado tanto del enojo de Raweno, que, aunque el enfado no tenía nada que ver con él, se fue a medio hacer. Como consecuencia, sólo las patas traseras del Conejo eran largas, y tenía que saltar en vez de caminar o correr. A causa del miedo que pasó allí, el Conejo se asusta por cualquier cosa, y además nunca tuvo las garras ni los colmillos que pidió para defenderse. Si no se hubiese marchado corriendo aquella vez, ahora el Conejo sería un animal completamente diferente. Como la Lechuza, que tiene la forma con la que Raweno, con rabia, le había hecho, con unos grandes ojos, un cuello corto y unas orejas pegadas a los lados de la cabeza. Además, tiene que dormir durante el día y salir sólo de noche.







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