jueves, 25 de junio de 2015

LA CABAÑA DE SUDAR, INIPI O TEMAZCAL


El rito del onikaghe es un rito de purificación que se lleva a cabo en la cabaña de sudar, inipi para los lakotas y Norteamerica, o con algunas variantes en el rito, es el temazcal para México y Mesoamérica.

Este es el relato que hace Alce Negro, Medicine Man u Hombre Santo, de los Sioux Oglala:

En el rito del onikaghe —la cabaña de sudar— intervienen todos los Poderes del Universo: la Tierra y todo lo que nace de ella; el agua, el fuego y el aire. El agua representa a los Seres del Trueno, que aparecen de una manera terrible pero traen beneficios: pues el vapor que sale de los peñascos en los que yace el fuego es pavoroso, pero nos purifica y nos permite así vivir como el Gran Espíritu quiere. Si nos volvemos realmente puros, puede ser incluso que el Gran Espíritu nos envíe una visión.

Cuando empleamos el agua en la cabaña de sudar debemos fijar nuestro pensamiento en el Gran Espíritu, que se expande sin cesar comunicando su Poder y su Vida a todas las cosas; debemos, además, esforzarnos siempre en ser semejantes al agua, que es la más humilde de todas las cosas y, sin embargo, es más fuerte incluso que la roca.


La cabaña de sudar, se construye con doce o dieciséis sauces jóvenes; también ellos nos enseñan algo, pues en otoño sus hojas mueren y regresan a la Tierra, y en primavera vuelven a la vida. Asimismo, los hombres mueren, pero renacen en el Mundo real del Gran Espíritu, en el que no hay más que los espíritus de todas las cosas; y esta vida verdadera podemos conocerla aquí en la tierra si purificamos nuestros cuerpos y nuestras almas, acercándonos así al Gran Espíritu que es Todo-Pureza.

Los sauces que forman el armazón de la cabaña de sudar se clavan en el suelo de manera que indiquen las cuatro Direcciones del Universo; de este modo en el conjunto de la cabaña está el Universo en imagen, y ella cobija a los pueblos bípedos, cuadrúpedos y alados y a todas las cosas del mundo; todos estos pueblos y todas estas cosas deben ser purificados antes de poder enviar una voz al Gran Espíritu.

Las piedras que empleamos en este rito representan a nuestra Abuela Tierra, de la que provienen todos los frutos; pero las piedras representan también la Naturaleza indestructible y eterna del Gran Espíritu.

El fuego que calienta estas piedras representa el Poder del Gran Espíritu, que da vida a todas las cosas: es como un rayo de sol, pues el sol también es, en cierto aspecto, Wakan-Tanka.

El hogar redondo que hay en medio de la cabaña de sudar es el centro del Universo, en el que mora el Gran Espíritu con su Poder, el fuego. Todas estas cosas son sagradas para nosotros y debemos comprenderlas profundamente si deseamos purificarnos verdaderamente; el poder de una cosa o de un acto reside en su significado y en la comprensión que nosotros tenemos de él.

La cabaña de sudar siempre se construye con la puerta hacia el Este, pues de allí viene la luz de la Sabiduría. A unos diez pasos de la cabaña construimos un hogar ritual llamado Peta Owihankeshni, «fuego sin fin», y allí se calientan las piedras. Para hacer este hogar empezamos por poner en el suelo cuatro bastones en dirección Este-Oeste, sobre los cuales ponemos otros cuatro bastones en dirección Norte-Sur; a continuación clavamos alrededor de este montón unos bastones que forman un cono como para hacer una tienda, primero al Oeste, luego al Norte, al Este y al Sur; luego ponemos piedras en estas cuatro direcciones y para terminar apilamos sobre este conjunto cierta cantidad de piedras. Mientras edificamos este hogar debemos hacer esta plegaria:

«¡Oh Wakan-Tanka, éste es tu fuego eterno que nos ha sido dado en esta gran isla! Es tu voluntad que construyamos este lugar de una manera conforme al misterio. Este fuego arde siempre; gracias a él renaceremos, purificados y más cerca de tus Poderes.»

Para edificar, en la cabaña de sudar, el altar central adonde serán llevadas las piedras calientes, comenzamos clavando un bastón en el suelo, en el centro de la cabaña, y alrededor de este punto trazamos un círculo con una tira de cuero. Mientras fijamos este centro sagrado debemos orar así:

«Oh Abuelo y Padre Wakan-Tanka, que has hecho todo lo que existe, Tú que siempre has sido, ¡mírame! Y Tú, Abuela y Madre Tierra, Tú eres sagrada y tienes santos oídos, ¡escúchame! Hemos salido de Ti, somos una parte de Ti y sabemos que nuestros cuerpos regresarán a Ti cuando nuestros espíritus partan por el gran sendero. Al fijar este centro en la tierra me acuerdo de Ti, a quien mi cuerpo regresará, pero, por encima de todo, pienso en el Gran Espíritu, con el cual nuestros Espíritus se unificarán. ¡Purificándome de este modo deseo volver digno de Ti, oh Wakan-Tanka, para que mi pueblo viva!»

Se cava entonces un hoyo en el centro de la cabaña, y con la tierra así recogida se traza un sendero que conduce afuera de la cabaña en dirección al Este y en cuyo extremo se levanta un pequeño montículo; al hacer esto, oramos en estos términos:

«Sobre Ti, Abuela Tierra, quiero establecer el sendero sagrado de la vida. Al purificarnos para la tribu caminaremos por este sendero con paso firme, pues él conduce al Gran Espíritu; en él hay cuatro pasos sagrados. ¡Que nuestro pueblo camine por este sendero! ¡Ojalá seamos puros! ¡Ojalá renazcamos!»

Después, enviando una voz al Gran Espíritu, gritamos:

«Abuelo Wakan-Tanka, hemos aprendido tu Voluntad y sabemos qué pasos sagrados debemos dar. Con la ayuda de todas las cosas y de todos los seres, vamos a enviarte nuestra voz. ¡Sé misericordioso con nosotros! ¡Ayúdanos! Me coloco en este sendero y Te envío mi voz por los cuatro Poderes que sabemos que no son más que un solo Poder.

¡Ayúdame en todo esto, Oh Abuelo mío WakanTanka!, ¡sé misericordioso con nosotros!

¡Ayuda a mi pueblo y a todas las cosas a vivir de un modo conforme al misterio, de un modo que Te sea agradable! ¡Oh Wakan-Tanka, ayúdanos a renacer!»

El que dirige el rito de purificación entra ahora en la cabaña, solo y con su Calumet.

Le da la vuelta en el sentido del movimiento del sol y se sienta al Oeste; después consagra el hoyo central, que se convierte así en un altar, poniendo en él unas briznas de tabaco en cada una de sus cuatro partes. Se introduce en la cabaña una brasa que se deposita en el centro; el oficiante quema entonces hierba aromática y frota el humo por todo su cuerpo, y luego por sus pies, cabeza y manos; a continuación la Pipa es purificada en el humo. De este modo todo es consagrado, y si queda una influencia impura en la cabaña, es expulsada por el Poder del humo.

En este momento el oficiante debe ofrecer un poco de tabaco ritual al Poder alado del lugar donde se pone el sol, del cual vienen las aguas purificadoras: se invoca a este Poder y se pide su ayuda en el rito. Luego el tabaco es puesto en el Calumet y del mismo modo se ofrecen unos pellizcos de tabaco a los demás Poderes: al Norte, de donde vienen los vientos purificadores; al Este, donde sale el sol y de donde viene la Sabiduría; al Sur, que es la fuente y el término de toda vida; al Cielo y, finalmente, a la Madre Tierra. Mientras se invoca la ayuda de cada Poder y se coloca cada pellizco de tabaco en el Calumet, todos los que están en el exterior exclaman: «¡How!», pues están contentos y satisfechos de que se cumpla el misterio.

Ahora que el Calumet se ha cargado y que se han consagrado todas las cosas, el oficiante sale de la cabaña, avanza hacia el Este por el sendero sagrado y deposita el Calumet sobre el montículo, con la cazoleta hacia el lado Oeste y el cañón hacia el Este.

Todos los que van a ser purificados penetran entonces en la cabaña, con el oficiante a la cabeza, y cada uno de ellos, en el momento en que se inclina para entrar, pronuncia esta oración:

«¡Hi ho! ¡Hi ho! ¡Gracias sean dadas! Al inclinarme para entrar en esta cabaña me acuerdo de que no soy nada ante Ti, oh Wakan-Tanka, que eres todo. Eres Tú quien nos ha puesto en esta isla; somos los últimos seres creados por Ti, que eres el Primero y que siempre has sido. Ayúdame a purificarme aquí, antes de que Te envíe mi voz. ¡Ayúdanos en todo lo que vamos a hacer!»

Tan pronto entran en la cabaña, los hombres le dan la vuelta en el sentido del movimiento del sol y se sientan sobre la salvia sagrada esparcida por el suelo; el oficiante está sentado al Este, al lado mismo de la puerta. Todos permanecen silenciosos durante un momento, acordándose de la bondad del Gran Espíritu y acordándose de que Él es quien ha creado todas las cosas. El Calumet es entonces introducido en la cabaña por el ayudante, que a menudo es una mujer; esta persona permanece fuera durante el rito. El hombre sentado al Oeste toma el Calumet y lo pone ante él con el cañón dirigido hacia el Oeste.

Con un bastón ahorquillado, el ayudante retira del fuego sagrado una de las piedras y, por el sendero, la lleva cerca de la cabaña, luego la empuja hacia el interior, donde es colocada en el centro del altar; esta primera piedra está dedicada al Gran Espíritu, que está en el centro de toda cosa. El hombre sentado al Oeste toca entonces la piedra con la base del Calumet, y hace lo mismo cada vez que una piedra es puesta sobre el altar; y todos los hombres exclaman: «¡Hay ye! ¡Gracias sean dadas!»

La segunda piedra que entra en la cabaña es puesta al Oeste del altar, la siguiente al Norte, otra al Este, otra, aún, al Sur, y, por último, hay otra para la Tierra; finalmente el hoyo se llena con el resto de las piedras, las cuales representan todo lo que existe en el mundo.

El hombre del Oeste ofrece entonces el Calumet al Cielo, a la Tierra y a las cuatro Direcciones, lo enciende y, después de dar algunas bocanadas, frota el humo por todo su cuerpo; a continuación da la Pipa al hombre que está a su izquierda, diciendo: «HowAte» o «How Tunkashila», según su grado de parentesco. El que la recibe dice lo mismo,y así la Pipa recorre todo el círculo en el sentido del movimiento del sol. Cuando vuelve a él, el hombre que está al Oeste la purifica por miedo de que alguna persona impura la haya tocado, y vacía cuidadosamente las cenizas, que coloca en el borde del altar. Este primer empleo del Calumet que tiene lugar en la cabaña, se lleva a cabo en recuerdo de la santa Mujer Bisonte que antaño entró en la tienda de una manera misteriosa y se marchó transformándose.

El Calumet pasa de mano en mano hasta el oficiante principal, que está sentado al Este; el oficiante sostiene la Pipa un instante por encima del altar con el cañón dirigido hacia el Oeste, y la da luego al ayudante, que permanece en el Exterior; este último la llena de modo ritual y va a apoyarla contra el montículo sagrado, con la cazoleta dirigida hacia el Este y el cañón hacia el Oeste, pues es el Poder del Oeste al que ahora se invoca.

El ayudante cierra la cabaña de sudar, sumergiéndola así en una oscuridad completa; esta oscuridad representa la del alma, la ignorancia de la que ahora debemos purificarnos para recibir la luz.

Durante la realización de la purificación —el rito del inipi— la puerta se abrirá cuatro veces y dejará penetrar la luz; esto nos recuerda las cuatro edades y cómo, por la bondad del Gran Espíritu, hemos recibido la luz en cada una de estas edades.

El hombre del Oeste lanza entonces una voz al Gran Espíritu gritando cuatro veces: «¡Hi-ey-hey-i-i!» Esto es lo que decimos cuando tenemos necesidad de ayuda o cuando estamos desamparados; y, ¿no estamos ahora en la oscuridad, y no tenemos necesidad de la luz?

Luego el mismo hombre grita cuatro veces: «¡Envío una voz!» y «¡Escúchame!». Y después:

«Wakan-Tanka, Abuelo, Tú eres el Primero y Tú has sido siempre. Tú nos has conducido a esta gran isla en la que nuestro pueblo desea vivir conforme al misterio. Enséñanos a conocer y a ver todos los Poderes del Universo, y danos la sabiduría de comprender que no son realmente más que un solo Poder. ¡Que nuestro pueblo Te envíe siempre su voz mientras camina por el sendero sagrado de la vida!»
 
«¡Oh piedras antiguas —Tunkayatakapa—, estáis aquí presentes; el Gran Espíritu ha hecho la Tierra y os ha colocado muy cerca de ella. Las generaciones caminarán sobre vosotras y sus pasos no vacilarán. Oh piedras, vosotras que no tenéis ni ojo, ni boca, ni miembros; vosotras no os movéis, pero con vuestro soplo sagrado, el vapor, nuestro pueblo marchará por el sendero de la vida con aliento potente; vuestro aliento es el de la vida misma!».

«Hay un Ser alado —allí donde el sol desciende hacia su reposo— que controla las aguas a las que todos los seres vivientes deben la vida. ¡Que nosotros utilicemos aquí estas aguas conforme al misterio! ¡Oh vosotros, que estáis siempre en pie, que surgís de la Tierra y que llegáis a tocar el Cielo, pueblos de árboles, sois innumerables, pero uno de entre vosotros ha sido escogido para sostener esta cabaña sagrada de purificación. Vosotros, pueblos de árboles, sois los protectores de los pueblos alados, pues sobre vosotros construyen sus tiendas y crían a sus familias, y debajo de vosotros hay muchos pueblos a los que cobijáis. ¡Que ellos, con todas sus generaciones, caminen juntos como parientes!»

«A cada cosa terrestre, oh Wakan-Tanka, le has dado un poder, y porque el fuego es la más poderosa de tus creaciones, pues lo consume todo, nosotros lo colocamos en nuestro centro; y cuando lo miramos o cuando pensamos en él nos acordamos realmente de Ti. ¡Que este fuego sagrado esté siempre en nuestro centro! ¡Ayúdanos en lo que vamos a hacer!»

El oficiante principal rocía entonces las piedras con agua, una vez para nuestro Abuelo, Tunkashila; una vez para nuestro Padre, Ate; otra vez para nuestra Abuela, Unchi; una vez también para nuestra Madre, ma, la Tierra, y una última vez para Channonpa, el Calumet; esta aspersión se hace con una ramita de salvia o de hierba aromática, para que el vapor sea oloroso, y mientras éste se eleva y llena la cabaña, el oficiante exclama:

«¡Oh Wakan-Tanka, mírame! Yo soy el pueblo. Al ofrecerme a Ti ofrezco el pueblo entero como un solo ser, a fin de que viva. Deseamos renacer. ¡Ayúdanos!»

En este momento en la cabaña hace mucho calor, pero es bueno experimentar estas cualidades purificadoras del fuego, del aire y del agua, y sentir el olor de la salvia sagrada.

Cuando estos poderes han actuado sobre nosotros, se abre la puerta en recuerdo de la primera edad, aquella en que recibimos la luz del Gran Espíritu. Se trae ahora agua, y el oficiante sentado en el lado Este la hace circular en el sentido del movimiento del sol; cada uno de los asistentes bebe un sorbo o frota su cuerpo con unas gotas. Al hacer esto pensamos en el lugar donde se pone el sol y de donde el agua proviene, y el Poder de esta Dirección nos ayuda a rezar.

El ayudante, que se ha quedado fuera, coge entonces la Pipa del montículo y la ofrece al Cielo y a la Tierra; y después de avanzar por el sendero ritual la entrega, presentándole el cañón, al hombre sentado al Oeste de la tienda. Éste lo ofrece a las seis Direcciones, da algunas bocanadas y se frota el cuerpo con el humo, y luego el Calumet da la vuelta al círculo hasta que se ha fumado completamente. La persona que está al Oeste lo vacía, deposita las cenizas al lado del altar central y pasa la Pipa al exterior, como antes. El ayudante la carga de nuevo y va a apoyarla en el montículo sagrado con el cañón dirigido hacia el Norte, puesto que durante el segundo período de oscuridad que habrá en la cabaña se invocará al Poder del Ser alado del Norte.

La puerta se cierra y los ocupantes se sumergen por segunda vez en la oscuridad. Ahora es la persona que está en el Norte la que ora:

«¡Mira, oh Águila Negra del lugar donde el gigante Wazia tiene su tienda! El Gran Espíritu te ha puesto allí para controlar el sendero. Estás allí con el fin de guardar la salud de los hombres, para que vivan. ¡Ayúdanos con tu viento purificador! ¡Que él nos haga puros para que caminemos por el sendero según el misterio, de un modo grato al Gran Espíritu!

¡Oh Abuelo Wakan-Tanka, Tú estás por encima de todo! Eres Tú quien ha puesto sobre la Tierra una piedra sagrada que está ahora en el centro de nuestro círculo. Tú nos has dado, también, el fuego; y allí donde el sol se pone, has dado el Poder a Wakinyan-Tanka1, que controla las aguas y guarda la Pipa muy santa. Has puesto un Ser alado en el lugar donde sale el sol, que nos da la sabiduría; y has puesto también un Ser alado en el lugar hacia el cual nos volvemos siempre: él es la fuente de la vida y conduce por el sendero rojo. Todos estos Poderes son Tu Poder, y no son en realidad más que Uno solo; todos están ahora aquí, en esta cabaña.

¡Oh Wakan-Tanka, Abuelo, que estás por encima de todo, es tu voluntad la que aquí cumplimos! Por el Poder que viene del lugar en que vive el gigante Wazia nos volvemos tan puros y tan blancos como la nieve recién caída. Sabemos que estamos todavía en la oscuridad, pero pronto vendrá la luz. Cuando salgamos de esta cabaña, ¡ojalá dejemos detrás de nosotros todos los pensamientos impuros, toda ignorancia! ¡Que seamos semejantes a niños recién nacidos! ¡Ojalá renazcamos, oh Wakan-Tanka!»

Luego se derrama agua sobre las piedras —cuatro veces para los Poderes de las cuatro Direcciones— y mientras el vapor se eleva, entonamos un canto o una simple melodía; esto nos ayuda a comprender el misterio de todas las cosas, y el trueno amortiguado de nuestro tambor nos recuerda a los Seres del Trueno del Oeste que controlan las aguas y que traen la bondad.

La puerta de la cabaña pronto se abre por segunda vez, lo que representa la venida de los Poderes purificadores del Norte, y nos hace ver la luz que expulsa a las tinieblas, como la sabiduría que disipa la ignorancia. Se da agua al oficiante sentado en el lado Este; él la ofrece a los demás hombres mencionando su grado de parentesco o de edad respecto a cada uno de ellos, como lo describí más arriba.

El Calumet es introducido de nuevo en la cabaña y entregado al hombre que está sentado al Norte; este hombre lo ofrece a las seis Direcciones, lo enciende y, después de dar algunas bocanadas, frota su cuerpo con el humo; luego la Pipa da la vuelta al círculo.

Cuando todo el kinnikinnik se ha consumido la Pipa vuelve al Norte, donde es purificada; sus cenizas se depositan cerca del altar central. Luego se la devuelve al ayudante, quien la llena de nuevo y va a depositarla sobre el montículo, con el cañón dirigido hacia el Este; pues ahora vamos a invocar al Poder de esta dirección. Se cierra la puerta y el hombre que está sentado en el lado Este de la cabaña envía ahora su voz:

«¡Oh Wakan-Tanka, por fin he visto la claridad, la luz de la vida! Tú has dado el Poder de la sabiduría al Lucero del Alba en el lugar de donde sale el sol. ¡El Ser alado que guarda este sendero tiene un aliento poderoso, y con los dos días sagrados que Tú le has dado, oh Wakan-Tanka, ha guardado el sendero de la tribu! ¡Oh Tú que controlas el sendero de donde sale el sol, míranos con tus días rojo y azul, y ayúdanos a enviar nuestras voces al Gran Espíritu! ¡Oh Tú que posees el conocimiento, danos una parte de tu ciencia para que nuestros corazones se iluminen y para que conozcamos todo lo que es sagrado!

¡Oh Lucero del Alba, del lugar donde sale el sol! ¡Oh Tú que tienes la sabiduría que nosotros buscamos, ayúdanos a purificarnos, así como al pueblo, para que nuestras generaciones futuras posean la luz para caminar por el sendero sagrado! Tú eres quien conduce a la Aurora cuando avanza, y también al día que le sigue con su luz, que es conocimiento.

Tú haces esto para nosotros y para todos los pueblos que hay en el mundo, para que vean claro al seguir el sendero y para que conozcan todo lo que es santo y crezcan en conformidad con el misterio.»

De nuevo se vierte agua sobre las piedras; luego empezamos a cantar un himno. Poco después, cuando el calor nos ha penetrado bien, se abre la puerta por tercera vez y la luz del Este nos inunda. Mientras la Pipa pasa a manos del hombre que está al Este, todos exclaman: «¡Hi ho! ¡Hi ho! ¡Gracias sean dadas!» Y el oficiante levanta la Pipa hacia el Cielo y envía su voz:

«Wakan-Tanka, damos gracias por la luz que Tú nos has dado por medio del Poder del lugar donde sale el sol. ¡Ayúdanos, oh Tú, Poder del Este! ¡Sé misericordioso con nosotros!»

Se enciende entonces la Pipa y se fuma por todo el círculo, y cuando se ha terminado, el ayudante la toma y la deposita sobre el montículo con el cañón inclinado hacia el Sur.

Se pasa de nuevo el agua en círculo en el sentido del movimiento del sol, y cada uno se fricciona el cuerpo entero y más especialmente la coronilla; después la puerta se cierra por última vez. Es el hombre sentado en el lado Sur quien ahora envía su voz:

«¡Abuelo Wakan-Tanka, míranos! Has puesto un gran Poder en el lugar hacia el que nos volvemos siempre, y muchas generaciones han venido de esta Dirección y han regresado a ella. Hay un Ser alado en esta Dirección que guarda el sendero rojo por donde han venido las generaciones. ¡La generación que hoy está aquí desea lavarse y purificarse a fin de renacer!

Quemaremos hierba aromática como ofrenda al Gran Espíritu, y su olor se extenderá por el Cielo y por la Tierra; y así los cuadrúpedos, los pueblos alados, los pueblos de estrellas del Cielo, serán todos parientes. De Ti, oh Abuela Tierra, que eres humilde y nos llevas en tu seno como una madre, emanará este perfume; ¡que su poder se sienta en todo el Universo, y purifique los pies y las manos de los hombres para que avancen por la Tierra sagrada levantando sus cabezas hacia el Gran Espíritu!»

Toda el agua que queda se vierte ahora sobre las piedras que están aún muy calientes, y mientras el vapor se desprende y penetra en todas las cosas, cantamos o modulamos un canto de misterio. Pronto el oficiante habla así:

«El ayudante abrirá la puerta por última vez dentro de unos instantes, y cuando esté abierta veremos la luz. Es deseo del Gran Espíritu que la claridad entre en las Tinieblas para que podamos ver no sólo con nuestros dos ojos, sino sobre todo con el Ojo único que hay en el Corazón —Chante Ishta— y con el cual vemos y conocemos todo lo que es verdadero y bueno. Damos gracias al ayudante; ¡que sus generaciones sean benditas!

¡Está bien! ¡Hemos terminado! ¡Hechetu welo!

Cuando se abre la puerta de la cabaña los hombres exclaman:

«¡Hi ho! ¡Hi ho! ¡Gracias sean dadas!» Y todos son felices, pues han salido de las tinieblas y viven ahora en la luz. El ayudante trae luego un ascua del fuego sagrado y la pone en el sendero ritual, justo delante del umbral de la cabaña. Mientras quema hierba aromática sobre esta brasa, dice:

«Este es el olor del Gran Espíritu. Por él, los bípedos, los cuadrúpedos, los seres alados y todos los pueblos del Universo serán felices y se alegrarán.»

El oficiante principal dice entonces:

«Éste es el fuego que ayudará a las generaciones futuras si lo emplean según el misterio. Pero si no hacen un buen uso de él, este fuego tendrá el poder de causarles un gran daño.»
 
El oficiante purifica sus manos y sus pies en el humo y, a continuación, levanta los brazos hacia el cielo y reza:

«¡Hi ho! ¡Hi ho! ¡Hi ho! ¡Hi ho! Wakan-Tanka, hoy ha sido un día bueno para nosotros. Te damos las gracias por ello. Pongo ahora mis pies sobre la Tierra. Lleno de felicidad, camino por la Tierra sagrada, nuestra Madre. ¡Que las generaciones futuras caminen también de esta manera, según el misterio!»

Todos los hombres abandonan la cabaña de sudar siguiendo el movimiento del sol, y también ellos purifican sus manos y pies, y rezan al Gran Espíritu, como lo ha hecho el oficiante.

Entonces el rito ha terminado, y los que han tomado parte en él están como si hubieran nacido de nuevo; han hecho mucho bien, no sólo a sí mismos, sino también a toda la nación.

Quizá aún debería mencionar esto: a menudo, cuando estamos en la cabaña de sudar, hay niños que introducen su cabeza en el interior y piden al Gran Espíritu que purifique su vida. Nosotros no les echamos, pues sabemos que los niños pequeños tienen un corazón inocente.

Cuando salimos de la cabaña de sudar somos semejantes a las almas que han sido guardadas, tal como he descrito, y que regresan al Gran Espíritu después de haber sido purificadas; también dejamos tras de nosotros, en la cabaña del inipi, todo lo que es impuro, a fin de vivir como lo quiere el Gran Espíritu, y a fin de conocer algo de este Mundo verdadero del Espíritu que está escondi do detrás de este mundo sensible.

Estos ritos del inipi son muy sagrados y se realizan antes de todas las grandes empresas que nos exigen ser puros o fuertes; hace muchos inviernos, nuestros hombres —y a menudo nuestras mujeres— practicaban el inipi cada día, y a veces incluso varias veces al día; una gran parte de nuestra fuerza nos ha venido de esto. Ahora que hemos descuidado estos ritos, hemos perdido gran parte de este poder; lloro cuando pienso en ello. Y rezo para que el Gran Espíritu quiera mostrar a nuestros jóvenes la importancia de todas
estas prácticas venerables.

 

4 comentarios:

  1. Muy hermoso!! Yo quiero aprender esta práctica,

    ResponderEliminar
  2. maravilloso!! espero poder estar presente pronto en algun temascal, especialmente el que se celebra en Agua Dulce, Uruguay, donde vive mi querido hermano de la vida y del chamanismo! Aho!!

    ResponderEliminar