viernes, 16 de octubre de 2015

SABIDURÍA SAMOANA

 
"Mis hermanos de piel luminosa, todos nosotros somos pobres. De acuerdo con las normas del Hombre Blanco somos desdichados mendigos. Y todavía, cuando miro a vuestros ojos y los comparo con aquéllos de los ricos allí, encuentro los suyos cansados, mortecinos y perezosos, mientras que los vuestros brillan como la gran luz, emitiendo rayos de felicidad, fuerza, vida y salud."
 
"Porque, ¿quién puede ser más rico que nosotros? y ¿quién puede poseer más cosas del Gran Espíritu que justamente nosotros? Lanzad vuestros ojos al horizonte más lejano, donde el ancho espacio azul descansa en el borde del mundo. Todo está lleno de grandes cosas: la selva, con sus pichones salvajes, colibrís y loros, las lagunas, con sus pepinos de mar, conchas y vida marina; la arena, con su cara brillante y su piel suave; el agua crecida, que puede encolerizarse como un grupo de guerreros o sonreír como una Taopou".
 
"El hombre blanco suspira cuando habla sobre su trabajo, como si estuviera siendo aplastado por su peso; sin embargo nuestros jóvenes caminan a los campos de taro cantando, y con una canción lavan las doncellas los taparrabos en el rápido arroyo.
 
Con certeza el Gran Espíritu no nos desea con cabellos grises como resultado de algún trabajo, ni nos quiere arrastrándonos como una babosa de mar en la laguna, o como un sapo en la tierra. Nos quiere haciendo nuestras cosas orgullosos y erguidos, y que seamos gente de ojos felices y miembros flexibles. Siempre."
 
A lo largo de nuestra llamada civilización hemos contraído una deuda histórica con los pueblos que nunca olvidaron el respeto hacia su Tierra, y por lo tanto hacia ellos mismos.

Todavía tenemos mucho que aprender de estos pueblos.
 
Texto extraído de los discursos de Tuiavii de Tiavea,
jefe Samoano ("LOS PAPALAGIS")
 
 
 
 

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