El chamanismo ocupa un lugar considerable en la vida religiosa de los Tonguses. Hay que recordar que el término mismo de “chamán” (Shaman) es de procedencia tongús, cualquiera que sea el origen de ese vocablo.
Es muy probable, como lo ha demostrado Shirokogorov, que el chamanismo tongús, al menos bajo su forma presente, denota una fuerte influencia de ideas y técnicas sino-lamaístas. Por otro lado, como bien lo subraya en varias ocasiones Mircea Eliade, influencias de origen meridional son testimoniadas por el conjunto del chamanismo centroasiático y siberiano. De todas maneras, el chamanismo tongús presenta hoy día una fisonomía compleja y se puede señalar un gran número de tradiciones diferentes cuya coalescencia ha producido a veces formas nítidamente híbridas. Aquí se constata una cierta “decadencia” del chamanismo, decadencia que se comprueba un poco en todas partes en el Asia septentrional.
En efecto, en principio los Tonguses comparan la fuerza y el coraje de los “antiguos chamanes” con la pusilanimidad de los chamanes actuales que en ciertas regiones ya no se atreven a emprender el peligroso descenso a los infiernos.
El chamán tongús está llamado a ejercer su poder en múltiples situaciones. Indispensable a la cura, sea que busque el alma del enfermo o que exorcice a los demonios, él es por otra parte psicopompo. Es él quien lleva los sacrificios al Cielo o a los Infiernos y es particularmente a él a quien le incumbe garantizar y mantener el equilibrio espiritual del conjunto de la sociedad.
Hay diferentes motivos por los cuales pueden llevarse a cabo las sesiones que comportan un descenso a los infiernos:
1) para llevar los sacrificios y las ofrendas a los ancestros o a los muertos a las regiones inferiores;
2) para ir en búsqueda del alma en el infierno y restituírsela al enfermo;
3) para acompañar a los finados que no quieren dejar este mundo y reintroducirlos en el país de las sombras.
Pero, a pesar de las múltiples oportunidades, la ceremonia es bastante rara, ya que es reconocida como peligrosa siendo muy pocos los chamanes que se atreven a afrontarla. Su nombre técnico es örgiski, que significa literalmente “en la dirección de örgi” (la región inferior “occidental”).
Nadie se decide a emprender el örgiski más que después de una sesión preliminar de “pequeño chamanismo”. Por ejemplo, cuando se constata una serie de problemas, enfermedades u otras desgracias en el seno de la tribu, se le suplica al chamán para que encuentre la causa; éste incorpora un espíritu y aprende el motivo por el cual los espíritus de las regiones inferiores o los muertos y almas de los ancestros, provocan ese desequilibrio, así como el sacrificio que podría apaciguarlos. Es entonces que el chamán decide proceder al sacrificio y al descenso infernal.
Un descenso semejante en el “mundo de los muertos” es contado en el poema manchú, Nishan saman, que según Shirokogorov es el único monumento escrito sobre el chamanismo manchú.
La historia es la siguiente: en la época de la dinastía Ming, un joven hijo de padres ricos que cazaba en las montañas, encuentra la muerte en un accidente. Una mujer chamán llamada Nishan resuelve traer su alma y desciende “al mundo de los muertos” donde encuentra un gran número de espíritus, entre otros aquel de su propio marido difunto; después de una serie de peripecias, ella logra regresar a la tierra con el alma del joven quien efectivamente resucita. Desgraciadamente, ese poema –que es conocido por todos los chamanes manchú– no da sino muy escasos detalles sobre la parte ritual de la sesión.
Este relato ha terminado por convertirse en un texto “literario” y si se distingue de otros poemas tátaros análogos es porque desde hace mucho tiempo fue registrado y difundido bajo forma escrita. Sin embargo, tiene una importancia considerable por cuanto demuestra hasta qué punto el tema del “descenso de Orfeo” se aproxima al descenso chamánico a los Infiernos.
La técnica chamánica por excelencia consiste en el paso de una región cósmica a otra, sea de la Tierra al Cielo o de la Tierra a los Infiernos. El chamán conoce, pues, el misterio de la ruptura de niveles. Esa comunicación entre las zonas cósmicas se hace posible en virtud de la misma estructura del Universo que se concibe en efecto como teniendo tres pisos: Cielo, Tierra, Infierno, ligados por un eje central.
Según Mircea Eliade el simbolismo del “Centro” no es necesariamente una idea cosmológica, pues en principio el “centro” es la sede posible de una ruptura de los niveles de todo espacio sagrado, es decir, de todo espacio sometido a una hierofanía, en el que se manifiestan realidades (o Fuerzas, Figuras, etc…) que no son de nuestro mundo sino que vienen de otra parte y, en primer lugar, del Cielo. Si se ha llegado a la idea de un “Centro” es porque se tenía la experiencia de un espacio sagrado impregnado de una presencia transhumana y porque en ese punto preciso alguna cosa de arriba (o de abajo) se ha manifestado. Más tarde, se ha imaginado que la manifestación de lo sagrado en sí misma, implica una ruptura de los niveles.
El chamán tongús está llamado a ejercer su poder en múltiples situaciones. Indispensable a la cura, sea que busque el alma del enfermo o que exorcice a los demonios, él es por otra parte psicopompo. Es él quien lleva los sacrificios al Cielo o a los Infiernos y es particularmente a él a quien le incumbe garantizar y mantener el equilibrio espiritual del conjunto de la sociedad.
Hay diferentes motivos por los cuales pueden llevarse a cabo las sesiones que comportan un descenso a los infiernos:
1) para llevar los sacrificios y las ofrendas a los ancestros o a los muertos a las regiones inferiores;
2) para ir en búsqueda del alma en el infierno y restituírsela al enfermo;
3) para acompañar a los finados que no quieren dejar este mundo y reintroducirlos en el país de las sombras.
Pero, a pesar de las múltiples oportunidades, la ceremonia es bastante rara, ya que es reconocida como peligrosa siendo muy pocos los chamanes que se atreven a afrontarla. Su nombre técnico es örgiski, que significa literalmente “en la dirección de örgi” (la región inferior “occidental”).
Nadie se decide a emprender el örgiski más que después de una sesión preliminar de “pequeño chamanismo”. Por ejemplo, cuando se constata una serie de problemas, enfermedades u otras desgracias en el seno de la tribu, se le suplica al chamán para que encuentre la causa; éste incorpora un espíritu y aprende el motivo por el cual los espíritus de las regiones inferiores o los muertos y almas de los ancestros, provocan ese desequilibrio, así como el sacrificio que podría apaciguarlos. Es entonces que el chamán decide proceder al sacrificio y al descenso infernal.
Un descenso semejante en el “mundo de los muertos” es contado en el poema manchú, Nishan saman, que según Shirokogorov es el único monumento escrito sobre el chamanismo manchú.
La historia es la siguiente: en la época de la dinastía Ming, un joven hijo de padres ricos que cazaba en las montañas, encuentra la muerte en un accidente. Una mujer chamán llamada Nishan resuelve traer su alma y desciende “al mundo de los muertos” donde encuentra un gran número de espíritus, entre otros aquel de su propio marido difunto; después de una serie de peripecias, ella logra regresar a la tierra con el alma del joven quien efectivamente resucita. Desgraciadamente, ese poema –que es conocido por todos los chamanes manchú– no da sino muy escasos detalles sobre la parte ritual de la sesión.
Este relato ha terminado por convertirse en un texto “literario” y si se distingue de otros poemas tátaros análogos es porque desde hace mucho tiempo fue registrado y difundido bajo forma escrita. Sin embargo, tiene una importancia considerable por cuanto demuestra hasta qué punto el tema del “descenso de Orfeo” se aproxima al descenso chamánico a los Infiernos.
La técnica chamánica por excelencia consiste en el paso de una región cósmica a otra, sea de la Tierra al Cielo o de la Tierra a los Infiernos. El chamán conoce, pues, el misterio de la ruptura de niveles. Esa comunicación entre las zonas cósmicas se hace posible en virtud de la misma estructura del Universo que se concibe en efecto como teniendo tres pisos: Cielo, Tierra, Infierno, ligados por un eje central.
Según Mircea Eliade el simbolismo del “Centro” no es necesariamente una idea cosmológica, pues en principio el “centro” es la sede posible de una ruptura de los niveles de todo espacio sagrado, es decir, de todo espacio sometido a una hierofanía, en el que se manifiestan realidades (o Fuerzas, Figuras, etc…) que no son de nuestro mundo sino que vienen de otra parte y, en primer lugar, del Cielo. Si se ha llegado a la idea de un “Centro” es porque se tenía la experiencia de un espacio sagrado impregnado de una presencia transhumana y porque en ese punto preciso alguna cosa de arriba (o de abajo) se ha manifestado. Más tarde, se ha imaginado que la manifestación de lo sagrado en sí misma, implica una ruptura de los niveles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario