domingo, 3 de mayo de 2015

VESTIMENTA, MASCARA Y TAMBOR DEL CHAMÁN SIBERIANO


El traje chamánico constituye a la vez una hierofanía y una cosmografía religiosas, puesto que revela no solamente una presencia sagrada sino también símbolos cósmicos e itinerarios metapsíquicos. En efecto, examinando atentamente el traje chamánico se hace patente el sistema del chamanismo con la misma claridad que en los mitos y técnicas chamánicas.

En invierno el chamán altaico se pone el traje sobre una camisa y en el verano lo usa directamente sobre su cuerpo desnudo. Los Tonguses practican únicamente la segunda costumbre, sea en verano o en invierno. La mismo pasa entre otras poblaciones árticas, aun cuando en el noreste de Siberia y entre la mayoría de los pueblos esquimales no exista un traje propiamente dicho, éste se reduce a un cinturón de cuero en el que están atadas numerosas franjas de piel de caribú y pequeñas figuras de hueso; pero, el instrumento ritual del chaman esquimal sigue siendo esencialmente el tambor.

Así, entre los esquimales el chamán permanece con el busto desnudo sin otro vestido que un cinturón. Esa casi total desnudez comporta muy probablemente una significación religiosa, por más que el calor reinante en las habitaciones árticas parezca suficiente para explicar esa costumbre. De todas maneras, ya sea que se trate de desnudez o de un traje específico para la experiencia chamánica, lo importante es que esta última no tenga lugar con el traje cotidiano o profano del chamán. En los casos en que no existe un traje, son otros objetos mágicos, como el bonete, el cinturón o el tamborcillo, los que, suplantando el vestido propiamente dicho, forman parte del guardarropa sagrado del chamán.


El traje representa en sí mismo un microcosmo espiritual cualitativamente diferente del espacio profano vecinal. Por una parte conforma un sistema simbólico casi completo, por otra, está impregnado por la consagración de múltiples fuerzas espirituales y en primer lugar por los “espíritus”.

Con el sólo hecho de vestirlo -o de manipular los objetos que lo reemplazan- el chamán trasciende el espacio profano y se prepara así para entrar en contacto con el mundo espiritual.

Por lo general esa preparación es prácticamente una introducción concreta en ese mundo; y es justamente en vísperas del trance chamánico, después de muchas preparaciones, que él se viste con ese traje.

Según Shahkov, quien escribía hace casi un siglo, todo chamán siberiano debía poseer; 1) un kaftán del que penden círculos de hierro y figuras que representan animales míticos; 2) una máscara (entre los Samoyedos, el Tadebei se cubre los ojos con un pañuelo) para que el chaman pueda penetrar el mundo de los espíritus con su propia luz interior; 3) un pectoral de hierro o de cobre; 4) y un bonete, que Shahkov considera como uno de los principales atributos del chamán.

Entre los yakutes, la espalda del kaftan lleva en el medio, entre los círculos suspendidos que representan “el sol”, un círculo que está perforado y que se llama, según Shieroshewski, el “orificio del sol”, “öibonkungatä” (“El Chamanismo entre los Yakutes”, p. 320), pero generalmente se supone que representa la tierra con su abertura central por donde el chamán penetra en los Infiernos. La espada lleva asimismo una creciente lunar y también una cadena de hierro como símbolo del poder y la resistencia del chamán. Pero, en esta pequeña exposición no es posible examinar todos los detalles de los trajes chamánicos, así como sería demasiado largo analizar los diversos atributos de los chamanes buriates, altáicos, etc…

Todo el mundo tiene más o menos conocimiento de esos atavíos de los jefes de las tribus negras y de los brujos. Se sabrá desde entonces que cada cosa tiene su importancia: máscaras, plumas, collares, brazaletes, sombreros y adornos de toda clase. Por ejemplo, entre los Bakubas  los bailadores llevan la “madiba” = prenda de unos ocho metros de largo, ricamente adornada de conchas, que se enrolla varias veces alrededor del talle.

En muchas poblaciones el traje comporta una cantidad de cintas o de pañuelos cosidos al hábito que representan serpientes, algunos son modelados como cabezas de serpientes con los ojos y la mandíbula abierta, Se dice –entre los Altáicos- que un chaman rico debe tener 1.070 serpientes.

Más al norte, la significación ofidiana de esas cintas está en vísperas de perderse en beneficio de una nueva revalorización mágico-religiosa. Así, por ejemplo, algunos chamanes ostyakos declararon ante Kai Donner que las cintas tienen las mismas propiedades que los cabellos (“Adornos de la cabeza y de la cabellera”.

Los chamanes yakutes llaman a las cintas “cabellos”. Asistimos a una transferencia de significación, proceso bastante frecuente en la historia de las religiones, donde el valor mágico religioso de las serpientes –valor desconocido entre varios pueblos siberianos– es reemplazado por otro objeto (que representa por otro lado las “serpientes”), por el valor mágico-religioso de los “cabellos”. Ya que los largos cabellos significan, ellos también, un fuerte poder mágico-religioso concentrado, como era preciso esperar, en los brujos (por ejemplo, el Muni del Rig Veda, X, 136-7), en los reyes (por ejemplo, en los reyes babilónicos), los héroes (por ejemplo, Samson), etc…

En fin la máscara y el tambor juegan un papel muy importante en el chamanismo. Entre los Tátaros Negros, los chamanes utilizan a veces una máscara hecha de una corteza de abedul cuyos bigotes y cejas están hechos de  cola de ardilla. Ese mismo uso se encuentra entre los Tátaros de Tomsk.

En el Altai y entre los Goldes, cuando el chaman conduce al alma del difunto por el reino de las sombras, se unta la cara de cera para no ser reconocido por los espíritus. El mismo uso se encuentra en otros lados, y con el mismo fin, en el sacrificio del oso.

A propósito de ello, es preciso recordar que la costumbre de untarse la figura con cera estaba bastante extendida entre los “primitivos” y que su significación no es siempre tan simple como daría la impresión. No se trata siempre de un disfraz ante los espíritus o de un medio de defensa contra estos últimos, sino también de una técnica elemental que busca la integración mágica en el mundo de los espíritus. En efecto, en muchas regiones del globo, las máscaras representan a los ancestros y se supone que los portadores de máscaras encarnan a esos mismos ancestros. Embadurnarse la cara con la cera, es una de las maneras más simples de enmascararse, es decir de incorporarse a las almas de los difuntos. Por otro lado, las máscaras se relacionan con las sociedades secretas de hombres y el culto a los ancestros.

En algunos lugares, como por ejemplo entre los Samoyedos, se supone que la máscara facilita la concentración. Por otro lado, el pañuelo que cubre los ojos o aun la cara entera del chamán, cumple según algunos un papel similar. En fin, si no se habla de una máscara propiamente dicha, a veces se trata sin embrago de otro objeto que cumple el mismo cometido, como por ejemplo entre los Goldes y los Sayotes donde las pieles cubren casi enteramente la cabeza del chamán.

Por tales razones, aunque teniendo en cuenta no obstante las múltiples valorizaciones que reviste en los rituales y técnicas del éxtasis, se puede  concluir con Mircea Eliade (en “El Chamanismo”) que “la máscara juega el mismo papel que el traje del chamán, de manera que ambos elementos pueden considerarse como intercambiables”. En efecto, aun por fuera de la ideología chamánica propiamente dicha, en todas las regiones donde se emplea la máscara, ésta proclama manifiestamente la encarnación de un personaje mítico (ancestro, animal mítico, dios). Por otro lado, el traje transubstancializa al chamán transformándolo ante los ojos de todo el mundo en un ser sobrehumano, cualquiera que sea el atributo predominante que se desee traer a plena luz: el prestigio de un muerto que es resucitado (esqueleto), la capacidad de volar (pájaro), el régimen de marido de una “esposa celeste” (traje de mujer, atributos femeninos), etc… 

El tambor juega un papel de primer plano en las ceremonias chamánicas, su simbolismo es complejo y sus funciones mágicas son múltiples e indispensables para el desenvolvimiento de la sesión, sea que conduzca al Chamán al “Centro del Mundo”, sea que le permita volar por los aires, sea que llame y “aprisione” a los espíritus, sea, en fin, que su tamborileo le permita concentrarse y tomar contacto con el mundo espiritual que él se prepara a recorrer.

Es preciso recordar que varios sueños iniciáticos de los futuros chamanes comportan un viaje místico al “Centro del Mundo”, a la sede del Árbol Cósmico y del Señor Universal. Es de una de las ramas de ese árbol que el Señor deja caer para ese efecto, que el chamán hace la caja de su tambor. Nos parece, pues, que la significación de ese simbolismo resalta muy claramente del complejo en el que está integrado: la comunicación entre el Cielo y la Tierra por medio del Árbol del Mundo, es decir del Eje que se encuentra en el “Centro del Mundo”.

Como la madera de la caja de su tambor fue extraída del mismo Árbol Cósmico, tamborileando el chamán es proyectado mágicamente a ese Árbol, “Centro del Mundo”, y del mismo golpe trepa por éste hacia los Cielos.

Visto bajo ese ángulo, el tambor puede ser asimilado al árbol chamánico de múltiples escalones por medio del cual el chamán trepa simbólicamente al Cielo. Tocando tambor el chamán se acerca al Árbol del Mundo y enseguida sube efectivamente escalando el abedul. Los chamanes siberianos tienen también sus árboles personales que no son otra cosa que los representantes del  Árbol Cósmico: algunos utilizan también “árboles invertidos”, es decir, fijados con sus raíces al aire, y que se cuentan, como se sabe, entre los símbolos más arcaicos. Todo ese conjunto, unido a las relaciones ya anotadas entre el chamán y los abedules tradicionales, muestra la solidaridad que existe entre el Árbol Cósmico, el tambor chamánico y la ascensión celeste.

El mismo simbolismo que se puede descifrar en el traje del chamán siberiano, aparece también en otras regiones. Se encuentran igualmente las máscaras, desde las más simples hasta las más elaboradas, así como las pieles y pellejos de animales y especialmente las plumas de los pájaros, cuyo simbolismo ascensional no necesita ser subrayado. Se encuentran también los bastones mágicos, las campanillas y los tambores de múltiples formas. Por ejemplo, cuando el brujo Dusun emprende una cura, se reviste de algunos  adornos y plumas sagradas (Evans, “Studies”, p.21). También el chamán Mentawei utiliza un traje ceremonial que comporta plumas de pájaro y  campanillas (Loeb, Shaman and Seer, p. 69). Los brujos y curanderos africanos se cubren de pieles, dientes y huesos de animales, etc… (Webster, “Magic”, p. 253).

A pesar de que el traje ritual sea más raro en América del Sur tropical, algunos accesorios del chamán hacen las veces de éste, como por ejemplo la  maraca o sonajero “hecha de una calabaza provista de un mango que contiene en su interior granos o piedrillas”. Ese instrumento se considera sagrado y los  Tupinamba le levan inclusive ofrendas de alimento (Metraux “La religión de los Tupinamba”, p. 72).




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