jueves, 27 de agosto de 2015

PÁHOS, LAS PLUMAS QUE LLEVAN LAS ORACIONES AL CREADOR



La preparación de las páhos es una de las condiciones principales para todas las ceremonias conducidas en la kiva hopi.
 
Una páho es una pluma para la oración tomada de cualquier tipo de ave, pero normalmente de un águila. Por sencilla que parezca, su tradición es larga. 

Cuando los seres humanos salieron al mundo actual lo primero con que se toparon fue con una gran ave, el águila. Pidieron su permiso para ocupar la tierra. El águila les puso varias pruebas, las cuales lograron pasar.

Entonces les dio su permiso con las siguientes palabras:

"Pueden utilizar mi pluma siempre que quieran enviar un mensaje a nuestro Padre Sol, el Creador. Soy el conquistador del aire y el amo de las alturas, el único que domina el poder del espacio de arriba, pues represento la elevación del espíritu y puedo llevar sus oraciones".

Desde ese momento se han utilizado las plumas del águila para llevar las oraciones al Creador. La páho más sencilla es una sola pluma "vellosa" o plumón de un águila, a la que se fija un hilo de algodón nativo que llega de la muñeca a la punta del dedo medio.

Una de las páhos de hechura más exquisita y hermoso simbolismo es la de la masculinidad y feminidad. Consiste en dos varas de sauce rojo de unas ocho pulgadas de largo. Ambas pueden estar pintadas de azul; o la correspondiente al hombre, también de negro. La vara femenina tiene la punta superior recortada y pintada de color café. Una pequeña bolsa hecha de una hoja de maíz y doblada en punta -el nliosioqa [alimento], simbolizando el cuerpo espiritual- está sujeta a la base de las varas de manera que las une. En el interior hay harina de maíz, en representación del cuerpo físico; una pizca de polen de maíz, como símbolo del poder de la fertilidad y la reproducción; y una gota de miel, el "dulce", el amor del Creador. Ambas varas de la páho están unidas porque el Creador es masculino y femenino; en el género humano, ambos sexos se juntan en una sola unidad para el acto creativo de la reproducción.
 
El hilo de algodón que las une es el cordón de la vida. Al florecer el algodón recibe su primera fertilización del Padre Sol, creando un cordón dentro de sí mismo, el botón, para admitir el líquido de la vida del Sol. Una pluma vellosa de águila está atada al extremo de este hilo de algodón, como símbolo del aliento de la vida. El tramo de hilo representa una larga vida.

El color azul claro o turquesa se llama páskwapi y señala las cualidades espirituales inherentes al cielo, las aguas y las plantas que abrigan al género humano. Es obtenido por los iniciados en Wúwuchim durante su primera peregrinación a la Cueva de la Sal en el Gran Cañón, 145 kilómetros al oeste.

Al llegar a este sitio particular cada iniciado se arrodilla, introduce su mano en la cueva para plantar su pluma de oración y extrae un poco de la tierra de color.

La pintura café, conocida como pávisa, también se trae del Gran Cañón. Puesto que es el color de la Madre Tierra, se utiliza para marcar la cara   en el corte hecho sobre la vara femenina.

La base de ambas varas, debajo de la atadura, está teñida con una pintura negra, tolw, la cual se obtiene en los afloramientos de piedra y carbón descompuestos. Esta parte de la páho se coloca en la tierra, al igual que el ser humano, arraigado en este mundo hasta ser plantado en otro mundo  o planeta en algún momento del futuro.

Por último una vez listas las páhos, se sujeta una pluma de guajolote y  dos pequeñas ramas a la parte de atrás. La pluma del guajolote representa   el carácter salvaje y el misterio de la Creación, que el hombre nunca ha domado ni comprendido por completo. Una de las ramas es de la má'óvi (planta donde se sienta la chicharra), el pie de liebre o chamisa, que simboliza el calor del verano. La otra se toma de la kúnya (planta de agua), aplicada para extraer el exceso de agua del cuerpo cuando una persona  está enferma.

Cada páho, sencilla o compleja, es fabricada bajo la concentración del rezo. Se fuma ritualmente sobre ella. Entonces es llevada a un templo, donde se introduce en una grieta entre las piedras o se cuelga de un arbusto. Ahí se deja hasta que las vibraciones invisibles de la oración encarnada por ella son absorbidas lentamente por las fuerzas de la vida a que está dedicada.

 

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